En la década de 1880 Tarapacá y Antofagasta fueron incorporadas al territorio chileno. La riqueza salitrera produjo un movimiento inusitado de la economía, que ayudó a modernizar la precaria infraestructura del resto de Chile.
Las oficinas salitreras eran casi en su totalidad de propiedad de capitalistas ingleses y las pocas fortunas de ciudadanos chilenos que se generaron eran propiedad de un selecto grupo de personas, que pudo cambiar su estilo de vida. Aumentaron la frecuencia de viajes de placer a Europa y la construcción de ostentosos "palacios". Debido a las grandes riquezas de solo algunas familias, se produjo un notable abismo entre este grupo y la clase obrera.
En Chile nació y creció con fuerza la denominada "cuestión social", que puso en debate las condiciones de trabajo y de vida de los obreros. Además, tras una sangrienta guerra civil, se instauró el régimen parlamentario, que tuvo los intereses salitreros entre sus primeras prioridades.
Durante la Primera Guerra Mundial Fritz Haber desarrolló el salitre sintético que fue industrializado por el proceso Haber-Bosch, marcando el fin de la era comercial del salitre natural. A partir de ese momento los capitales ingleses fueron abandonando paulatinamente el territorio salitrero chileno, dejando un tremendo problema social de cesantía y desplazamiento de obreros que abandonaban el norte grande para engrosar las filas de desempleados en la capital chilena. A esta etapa se le conoce como crisis del salitre